martes, 10 de abril de 2012

No tengo tiempo...

Hoy no tengo tiempo para escribir. Me esperan y luego no tendré fuerzas para sentarme delante de ti. Puede que sea mi última oportunidad. La última oportunidad de saber a lo que sabes. De jugar con tu boca. De que me mires como algo más. Hoy es mi última oportunidad para decirte lo que siento.
Quizá después de esta noche, ya no tenga un secreto

El tiempo sigue arañando mi corazón...

El tiempo sigue arañando mi corazón sincero. Y no me apetece soltar más lágrimas que se sequen cuando se rompen en el suelo. No quiero sufrir más por estos sentimientos que me empujan a un vacío desconsolador, sin besos.
Estás en cada uno de mis sueños y en cada uno de mis anhelos. Estás en mis ilusiones y estás en mis miedos. Estás al final de mi camino, en el horizonte de mi deseo. Sin embargo yo  quiero que estés aquí, en este momento. Y en todos los momentos. Y no te veo. No, no te veo.
¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué no me atrevo a ir más allá de estos estúpidos textos? Tú sigues con tu vida y yo continúo mi paseo por la orilla de mi sombra que ocultan mi verdadero secreto.
Me encantaría que cogieras cada uno de los pedazos de mi corazón y los acariciaras haciéndolos tuyos. Quiero ser para ti y que me quieras tanto que duela al dolor. Un agridulce dolor. Ojalá fuera así. Ojalá me atreviera a robarte un beso y mirar el futuro en un mismo espejo. Un futuro de la mano, sin miedos.
No sé qué hacer, cómo hablarte, qué decirte. Si me atreviera a contarte como pienso, como amo, como deseo, como quiero... Si me atreviera a buscar en tus ojos lo que tanto y tanto y tanto causa mi sufrimiento. Da lo mismo, porque esto seguirá así porque soy cobarde. Soy incapaz de atreverme a revelar mi auténtico yo. Soy como una tortuga pequeña en medio del desierto. Sin agua, sin fuerzas, sin seso. Dentro de un caparazón demasiado pequeño del que no sé salir, en el que poco a poco me muero. Necesito razones y tu mano para tirar de mí y demostrar al mundo que existo. Que existimos. Aunque siga en pleno desierto. Ojalá tuviera poderes mágicos y pudiera concederme a mí misma un deseo. Me conformo con un deseo. Pedir un beso tuyo. Y es que necesito un beso para saber que todo por lo que me estoy muriendo merece la pena. Porque tú lo eres todo y, sin ti, no me quedará el más mínimo recuerdo.

jueves, 8 de marzo de 2012

Si no tuviera...

Si no tuviera una cadena que limitase mis movimientos podría alcanzar el sueño de amar. Cogerte de la mano sin miedo y recorrer contigo el mundo sin que nadie nos molestara. Perderme en tus ojos y decirte que te quiero. Que no puedo pasar ni un día sin ti.

Si no tuviera pánico de escuchar tu respuesta, sería capaz de gritar en nuestros silencios que te amo. Saltar la barrera que nos separa, que condiciona todo lo que siento por ti. Me impondría a cualquier adversidad si supiera que tu corazón dice lo mismo que el mío.

Si no tuviera razón al creer que lo nuestro no es que sea imposible, es que solamente es imposible. Pensaría que dos más dos podrían ser cinco y que los globos también vuelan sin helio. Que las gaviotas saben vivir lejos del mar y que las nubes lloran porque no las dejan ver al sol.

Si no tuviera un secreto en el que me dedicara a esconder lo que siento, escribiría en tus sábanas mi pensamiento. Anotaría cada dictado en tus labios e imaginaría que cada beso es el mejor que has dado nunca. Dibujaría una línea infinita en tu espalda que hiciera que me perdiera en lo más profundo de tu horizonte.

Si no tuviera tantas ganas de quererte, abandonaría esa idea en un instante. Derrocharía mis lágrimas en intrascendentales historias de mi estúpido día a día. Buscaría un armario del que sacar toda la ropa que nunca me pongo. Moriría si ya no me quedaran ganas de quererte.

lunes, 6 de febrero de 2012

¿Alguien que me rescate?



Que venga a por mí y me recoja en sus brazos amables. Que me diga que hoy soy especial. Que no necesite esconderme de lo que llevo dentro. Que me apriete fuerte y me sonría con ternura.
¿Hay alguien que me quiera por ahí?
Mi secreto pesa. Lo llevo atado al cuello con una soga que cada día aprieta un poco más. Siento esa cuerda invisible cuando cierro los ojos, y cuando los abro. Cuando miro, cuando ando, cuando tiemblo y cuando estoy en mi cuarto. En la soledad de una noche que no me deja dormir.
Quisiera ser feliz pero no puedo. No puedo. No puedo.
Y le prometo a todo el mundo que quiero. Quiero ser feliz. De verdad. Pero, ¿puede alguien ser feliz sabiendo que no puede tener lo que más desea?
Me debo conformar. Pasar a otra página del libro. Ignorar lo que dicta mi corazón. Decidir de una vez por todas que todo está perdido.
Admitir el final.
Sin embargo, no es tan sencillo renunciar. No es nada fácil olvidar que lo que sientes no se va a ir, que se va a quedar.
Y mañana al despertar, volveré a sentir la misma impotencia y la misma angustia por seguir sintiendo lo que siento.